Sonidos Añorantes

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Relato Nº 13 del Segundo Concurso de Relato Erótico DENTRO DE TI

Sonidos Añorantes

“Si alguna vez fui ave de paso, lo olvidé para anidar en tus brazos.”
J.M.Serrat

6:45 de la madrugada. Llovía fuerte. Un portazo en la cocina y el ruido de cristales rotos despertó a Esther.

Sobresaltada estira su mano para tocar el cuerpo de su amado, pero sólo encuentra a la soledad.
Carlos abandonó hace 29 días su casa.
Queda un poco de la pasta de dientes en el baño y su taza favorita sigue en un recoveco de la cocina y no quiere tirarla.
Sonó el despertador.

Dispuesta a desayunar.

Por primera vez no puso dos tazas en la mesa.

Acarició a su gata Blanquilla.

Una mañana confusa, dos reuniones, una comida. Por la tarde sesión de depilación y una fiesta de promoción.

La mañana avanzaba lentamente, la lluvia mojaba un tiempo estancado.

Cielo gris, atascos, faros encendidos y charcos abundantes regando la ciudad

Era la hora de la comida y sentía un hambre feroz. Eran las cuatro.

Aparece Juan y saluda:
– Anda, si eres Esther Sanpedro, mi princesa… – ¡Cuánto tiempo!

Se abrazaron y miraron. Diez años que no se veían. Desde la Universidad. Habían compartido besos, cervezas y algunas cosas inconfesables almacenadas en la memoria y en el fondo de su alma.

Con el tiempo se olvidaron, cada uno tomó su camino.

– Has cambiado mucho. Estás muy guapa, con tu corte de pelo y sin gafas….

– Llevo lentillas. – Tantos años. Intenté llamarte, pero me comentaron que te habías marchado ….

– Si me marche a París.

– Esther, que gusto volver a verte.

– ¿No tenía que venir ……? – Si, pero ha surgido un imprevisto.

Juan pletórico, exultante

Esther fue la primera que le rompió su inocencia., una historia de dos meses, inocente y romántica.

Esther desubicada y feliz, pero esta reunión era vital para su negocio.

El chico inmaduro había cambiado mucho. Ahora centrado, seguro, sin miedos a los sentimientos y emociones fuertes.

Esther deseosa de un interrogatorio, pero no era el momento.

– Ahora nos centramos y esta noche tomamos algo. – Vale….

Juan se alegró. Después de comer decidieron terminar la reunión en la casa de Esther.

Ella podría depilarse y realizar algunos encargos. No pudo olvidar a Juan.

Se arreglo para la ocasión y cogió un preservativo y lo colocó en el cajón de la mesilla del dormitorio.

Juan llegó con retraso, llevaba una botella de cava y una tarrina de nata.

Su traje lo cambió por un vaquero negro, camisa blanca y chaqueta de piel

Ella con un vestido ceñido, falda corta, y chaqueta vaquera con adornos.

Un pequeño mechón caía sobre su cara. El perfume se lo había colocado entre sus pechos, algo muy excepcional.

– Aún te acuerdas….

– Te la comías de cualquier manera- bromeó Juan- .

– Será el postre ¿no? …..

– No es necesario….

La música envolvió el ambiente.
– ¿Te enseño la casa?…

– Sera un placer….
Su gata Blanquilla apareció y desapareció sigilosamente hacia su rincón.

A ella las piernas le flaqueaban y esa noche iba a ocurrir algo

– Una casa preciosa.

Juan apoyo su mano en el hombro y comenzó a hablar con un tono más bajo.

Ella tenía sus manos en la cintura de él.

El sólo roce de los dedos la excitaba.

Juan le bajo el tirante, sus dedos dejaron la suavidad, pues el tejido se le había por el sudor y eso le producía una mayor excitación.

Demasiados pensamientos agolpados en su cabeza.

Cerró los ojos. Juan vio su oportunidad.

Dos labios humedecidos y deseados empezaron a danzar con sus lenguas.

Ella se aferraba cada vez con más fuerza a su cintura.

Ya con los pechos al descubierto la acariciaba con frenesí y deseo. Ritmos jadeantes.

Él besó desde el lóbulo hasta el hombro, mientras se aferraba a sus pechos erectos.

Ella, a su vez bajó sus manos hacia su vientre

– Por favor, tengo cosquillas, por favor para….

– ¿Tienes cosquillas? Pues ahora verás….
Mirando fijamente a Juan le preguntó.

– ¿Te han atado alguna vez?

– No, la verdad que no – contestó confuso Juan.

– Pues te voy a atar ¿Qué te parece?

– No sé, nunca….

No le dejó terminar y con la camisa totalmente desabotonada y los pantalones bajados, lo empujo a la cama.

Ella, de camino a la cocina, se desnudó quedándose en tanga

– ¡No te muevas, entendido…! -gritó Esther.

Con un trapo y unas cuerdas salió de la cocina. Tenía una perversa idea.

– ¿Cómo has tardado tanto? – preguntó Juan ya totalmente desnudo.

Ella llevaba la nata, leche condensada y hielos.

– No me extraña que hayas tardado tanto…

– Esto no lo olvidarás- dijo desafiante Esther.

De nuevo risas y besos. Lo ató a la cama. Su cuerpo estaba totalmente a su merced.

Con un cubito de hielo recorrió todo su cuerpo, haciendo hincapié en los pezones que se estremecían cada vez que pasaba el hielo sobre ellos.

Ponía sus besos de hielo en el ombligo y bajaba suavemente al miembro de Juan.

Era la primera vez que él vivía aquello

El contraste del frío su piel le hacía sentir por todos los poros de su piel y se mordía el labio inferior de la boca de tanto placer y evitar gritar.

Fue entonces cuando la nata comenzó a cobrar protagonismo.

Ella le puso nata por los labios y los dientes mientras su lengua jugaba con la de él.

Los besos tenían sabor a nata, y a sal.

La mano de Esther se pierde entre las piernas de Juan.

Era tal la humedad de Esther que se oía el chasquido de su flujo con el contacto con la piel desnuda de Juan.

Ella cada vez más excitada, con sus manos embadurno su miembro de nata y lo masajeo durante minutos.

Juan incontrolado la beso apasionadamente

Ella se dejó llevar y él embadurnó el monte de venus con abundante nata que se fusionaba con los abundantes jugos destilado por el mismo y hundió su cabeza entre sus piernas.

Su lengua jugueteaba con el clítoris mientras intentaba penetrarla con su lengua. Ella alcanza sus primeros orgasmos simultáneamente mientras le pedía a él que no se corriera.

El tamaño del miembro de Juan había alcanzado su mayor tamaño.

Tomó el preservativo y jugueteo con él.

Juan apretaba con las uñas las sábanas.

Con la punta del plástico acaricio su prepucio mientras Esther le soplaba suavemente

Le rozaba los labios, el pecho, el cuello.
Restregó por su monte de venus el miembro de Juan y se enredó con sus testículos…y todo tan solo con el pico de la envoltura del preservativo.

Ella se puso lubricante en las manos y con dulzura embadurnó todo el glande de Juan y sus testículos y se introdujo crema también en su vagina mientras jugaba con sus labios menores.

Con el preservativo en su boca, lo cubrió con placer.

Lo había practicado docenas de veces, antes.
Juan sólo pedía clemencia y deseaba eyacular, pero ella no estaba dispuesta a que eso ocurriera en breve.

La boca de ella se sugirió por todos los genitales de Juan.

Mordisqueó el escroto… lamió todo el glande… recorrió de nuevo el perineo con su nariz… introdujo las yemas de los dedos en la entrada del ano.

A Juan le faltaban manos para tocar pechos erizados, curvas blancas y de vez en cuando se deslizaban por las humedades de la vagina de Esther.

Se balbucieron al oído que querían más y ella aferró el pene con seguridad y lo fue introduciendo en su vagina mientras el preservativo y el lubricante parecían querer deslizarse por otros senderos.

Los labios de la vulva de Esther estaban duros y arropaban al pene

Vaivenes constantes y respiraciones acongojadas.

El placer se reflejaba por todos los lados…, todo era un ansia constante y un puro goce continuo.

Las manos de Esther se apoyaban en las costillas de Juan y arqueaba la espalda para sentir más profundamente el ser de Juan.

Juan encima de ella se agitaba dentro de ella.

Olores de sal, flujos y saliva se confundían en alientos apresurados y temblorosos.

Esther lo abrazaba con sus piernas, mientras le arañaba salvajemente.

Ella movía su vagina contrayéndola y relajándola entre las sacudidas de Juan.

Los orgasmos de Esther volvían a fluir por segundos y Juan entraba y salía con una facilidad inimaginable de aquel cuerpo excitado.

Él empezó a eyacular dentro de aquel preservativo que tanto placer les había dado a los dos.

Dos amantes sudorosos en olor agridulce después de haber combinado tantos sabores diferentes, condimentos de un amor perfecto.

Una ducha juntos y durmieron juntos y abrazados

No se preguntaron por el mañana.

Como únicos testigos trozos de cuerda, una tarrina de nata, un bote de leche condensada medio vacío y varios charcos de agua del hielo derretido.

En el salón Blanquilla en su manta jugueteaba con los pantalones de Juan y se preguntaba si vería muchas veces a Juan.

¿Quién sabe?

Carlos Nakens

Esther Dentro de Ti | Tu Sex-Shop de Confianza

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