Una Mañana Cualquiera

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Relato Nº 10 del concurso de Relato Erótico DENTRO DE TI

Una Mañana Cualquiera

Hoy era una mañana cualquiera.

Me había levantado antes de que me sonara el despertador, con un nerviosismo impropio de mí.

Estaba muy cachonda.

Miré por la ventana, el día estaba
radiante.

Me notaba sexy.

Fui a la ducha y mientras me duchaba, pensaba en el chico ése del bar donde tomo café.

Ése que cuando me mira, me entra calor en la entrepierna.

A lo que me di cuenta estaba rozándome el clítoris con mis dedos, ¡dios! que cachonda estaba,
¿cómo me podía haber despertado así?

De repente, esa pregunta, me devolvió a mi mundo real, tenía que vestirme y despertar a las niñas para llevarlas al colegio.

Salí de la ducha pero seguía en un estado de excitación fuera de lo normal y decidí ponerme sexy, como
hacía días que no me ponía.

Me puse mi mejor conjunto, una falda ajustada en la cintura y
con algo de vuelo, pensando que me refrescaría y me ayudaría a no estar tan excitada.

No me puse medias, me calcé mis sandalias de tacón que hacían juego con mi blusa
transparente, y fui a despertar a las niñas.

La verdad, mis hijas se sorprendieron al verme
así, me dijeron, estás guapísima mamá, y me llené de euforia, me hizo pensar en lo que
podría ser mi mañana…

Hora y media después, mis hijas entraban al colegio, unas amigas, me invitaron a un café,
pero les dije que no, que tenía muchas cosas que hacer, cosa que no era del todo cierto.

Sólo quería tomarme un café en ese bar, donde él estaba todas las mañanas.

Como una mañana cualquiera.

El chico que con sólo mirarme me hacía mojarme como una quinceañera con su primer amor.

Sin más, me fui hacia allí a tomar café.

Diez minutos después, allí estaba yo, enfrente de la puerta del bar.

Por primera vez, tuve esa indecisión de entrar o no entrar, pero me decía a mi misma… Entra, no seas tonta, y
entré con mi mejor sonrisa.

Empecé a buscar al chico con la mirada.

Pensaba que la gente notaría mi desesperación en mi mirada, pero nada más lejos de la realidad.

Todo era como una mañana cualquiera.

Pedí mi cortado con hielo y me senté en la mesa que lo hacía
siempre.

Estaba un poco nerviosa, se me cayó el azucarillo al agitarlo, me agaché desde mi
silla a recogerlo pero me topé con la mano de alguien.

Me volví, y ahí estaba él, de pie detrás mío con mi azucarillo en su mano.

Mi nerviosismo se acrecentó.

Me di cuenta de que él se percató e intenté quitarle hierro con una sonrisa pícara.

Él me clavó su mirada en mis ojos.

Me ruboricé.

Se puso delante de mí, me dio el azucarillo y seguidamente me miró de
arriba a abajo.

Eso fue como pulsar un interruptor dentro de mí.

Empecé a mojarme sin poder parar.

Extendí mi mano para coger el azucarillo.

Yo en ese momento no lo miraba a él, miraba el bulto que le había salido en el pantalón.

El roce de nuestras manos al darme el azucarillo, me devolvió a su mirada, la cual había cambiado.

Ahora era ruda, atractiva, provocadora, creo que era la primera vez que se había fijado bien en mí.

Se marchó a la barra a pedir su café, mientras yo miraba ese culazo que ahora mismo me encantaría
morderlo.

Se cogió el periódico y se sentó en una mesa a mi derecha, ya no podía disimular
mi estado de excitación, mi humedad me traicionaba.

Lo miraba, buscaba su mirada con la mía, se encontraron, sin quitarle la mirada me levanté al servicio y le guiñé un ojo conforme
me levantaba, él sonrió y me guiñó un ojo también, y me fui sonriendo al servicio.

Cuando me lavaba las manos en el pequeño lavabo del bar, la puerta se empezó a abrir y
me aparté un poco, estaba de espaldas a la puerta y ese ‘Hola’ me hizo temblar, era su voz.

Estaba ahí dentro del servicio conmigo, el calor me invadió.

Se acercó a mí poniendo su mano en mi cintura.

Mi sexo empezó a palpitar, su mano bajó a mis nalgas y me dió un
beso que yo no tuve más remedio que corresponderle.

Nos separamos de golpe y le dije
¿qué haces?

Intentando recomponerme de lo que había pasado y me dijo, lo que los dos
queremos hace muchos días.

En ese momento, me di cuenta de que no era la primera vez
que se fijaba en mí y me sentí como el cazador cazado.

Me volvió a besar y metió su mano por debajo de mi falda.

Al rozar mi sexo, ya no me podía contener y agarré su miembro duro
por encima del pantalón.

En ese momento, él me dijo, tenemos que salir de aquí.

A mí se me cayó el mundo encima.

Estaba cachonda, no quería salir de ahí, pero tenía razón había
que salir, y le dije, ahora no quiero, pero tienes razón, y me dijo, sígueme.

Salí después de él, ya no lo veía en el bar, lo vi en la calle esperando.

Fui a pagar mi café pero se me había adelantado.

Sonreí y salí del bar Y empecé a seguirlo, giramos a una calle y de repente lo
perdí de vista.

Vi un portal entreabierto y me acerqué, oí desde las escaleras, el tercero y
comencé a subir.

Al llegar al rellano la puerta estaba abierta, por un momento pensé,
¿dónde voy yo? pero estaba tan cachonda que no duró ni un segundo ese pensamiento.

Abrí la puerta y entré.

La puerta se cerró de repente.

Él salió de detrás de la puerta y me empotró contra la pared, pegándose a mi culo mientras notaba su miembro erecto pegado a
él, comenzó a besarme el cuello, yo ya estaba como una perra y no pude evitar decir…

¡Fóllame cabrón!.

Una carcajada salió de su boca y me llevó a su habitación.

Me tumbó en la cama, yo lo miraba mientras veía que se quitaba la camiseta, a la par que se desvestía se
caían mis sandalias al suelo.

Me deleitaba mirando su cuerpo mientras se quitaba los
pantalones.

Se quedó en boxers delante de mí.

Yo ardía en deseos de que me penetrara con su miembro como un animal.

Se lo supliqué.

Él sonreía y cogió mis pies con sus manos y empezó a besarlos a la par que me decía, te voy hacer mía.

Continuó besando mi pierna, el interior de mis muslos, mi sexo lo esperaba como agua de mayo, pensaba que nunca iba a
llegar…

Su lengua cayó en mi clítoris y me dió un espasmo de repente.

Me quedé sorprendida al ver lo que solo el roce de su lengua me podía provocar.

Me comía el sexo como nadie jamás lo había hecho.

Empecé a apartarlo por que me iba a correr y no quería,
él me dijo, ni se te ocurra, lléname la boca de tí, no terminó de decir de tí…

Y mi cuerpo se empezó a invadir de oleadas de calor.

Ya no podía parar y rompí a gritar como una loca incontrolable, y con unos espasmos brutales a la vez que me corría en su boca.

Después de un minuto de no saber ni donde estaba, su beso con la perilla empapada de mí, me volvió a
la realidad.

Cogió mis piernas, las puso en sus hombros y se acercó a darme otro beso, a la
vez que nuestros labios se juntaron.

La punta de su miembro entró un poco en mí sexo, joder, el mejor beso de mi vida pensé.

Y empezó a follarme con cariño, besando mis pechos, jugando con mis pezones.

Estaba loca en ese momento me di cuenta de que era
suya me corrí otra vez cuando empezó a follarme fuerte.

Me cogió me puso a cuatro patas y me dijo, ahora vas a ver.

Me azotó el culo y me clavó su miembro sin miramientos.

Y empezó a metérmela sin parar, salvajemente mientras me azotaba.

Volví a notar esas oleadas de calor que denotaban que iba a venirme otro orgasmo de época.

Le dije, más fuerte, hazme tuya, y empecé a notar como bombeaba de su miembro el semen en mi sexo.

Mientras volvía a correrme a la vez que él, después del éxtasis de placer, nos miramos y nos
besamos.

De repente mi cabeza tuvo un flash, y me acordé que tenía que ir a por las niñas.

Me empecé a vestir deprisa, me dijo ¿ya te quieres ir?, ¿no te ha gustado?

Y le dije, me ha encantado pero soy una mujer ocupada.

Y aproveché para hacer lo que siempre había
querido hacer, darle un mordisco en ese culazo.

Le sonreí y le dije, las tardes son mías, pero
por las mañanas seré siempre tu puta, guapo.

Bajé, salí a la calle, y sí… el día seguía
radiante, pero yo lo estaba más…

Anibal

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