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Caminos

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Caminos

(Relato Número 5)

Por: Caballero de Gondor

La boca de mi diosa es un manjar

Su blanca faz contrasta de manera muy erótica y sensual con el rojo oscuro que tiñe sus carnosos labios. La reina de mi castillo sabe que ese color me subleva y ella me provoca para que mis delirios se vean atormentados al imaginar sus perversas y negras intenciones.
Su dulce saliva es miel húmeda y caliente, fuente de innumerables placeres cuando me la ofrece con su voraz e irresistible lengua. Golosa la expande por mi miembro erecto, jugueteando delicadamente y recorriéndolo en toda su extensión.

Mi diosa sabe que me tiene a sus pies.

No alcanzan las palabras para describir su cuerpo desnudo, tendido en nuestro lecho. Es así cuando mimosa me pide que le aplique un masaje en su espalda porque sabe que puedo pasar horas solo tocándola y admirando su figura.
Entonces caliento mis manos y las empapo del aromático aceite que conseguirá darle a su piel brillo y suavidad. Comienzo a recorrerla. Masajeo sus níveos brazos con ardiente delicadeza, rozando parte de sus senos; la tentación es fuerte pero mi diosa me ha pedido un masaje.
Continúo por la base de su cuello, le gusta tanto que gime suavemente ronroneando como una gatita.

– ¡No pares!-Me dice golosa.

Sé que debo seguir recorriendo todos sus caminos y comienzo a descender masajeándola, ansioso por llegar a sus redondas y turgentes nalgas para deleitarme con placer en cada una de ellas, abrirlas suavemente y rozar con los dedos su oscura cueva de los deseos.
Ella sabe que me consume su fuego y me tienta, generosa y lasciva separa los muslos y se empina para que pueda gozarla y admirarla. Un escalofrío de placer me recorre y estremece. Y continúo, dispuesto estoy, debo recorrer todos sus caminos. Le doy la vuelta tiérnamente y me pierdo en esa deliciosa vereda que separa sus pechos maduros, gozosos. Su olor es abrumador, olor de hembra caliente, poderosa. Sus pezones, negros y endurecidos, erguidos, altivos, desafiantes, claman por mis manos y mi boca.

Yo, anhelando perderme en su ombligo, queriendo saborear las mieles de su sexo.

Aspirar sus aromas, su esencia, con todas sus promesas de perdición y los placeres más salvajes en su delicada copa.
Quiero disfrutar de todos sus caminos, explorar esa deliciosa gruta, separar esos labios pecaminosos, saciar mis sed y saborear tan delicados y fragantes jugos, beberme su esencia de mujer. Luchar con mis caderas contra sus muslos, pétreos, duros, de diosa griega.
Deseo jugar con sus delicados pies, admiración de fetichistas empedernidos, para perderme nuevamente en ese camino que separa tan admirables senos.
Pero no, hoy estoy a sus pies, hoy estoy dispuesto a sus órdenes y deseos, palpando a su gusto cada palmo de su piel para al final, quedarme recostado en su pecho, adormecido con ese aroma a mujer, a hembra poderosa.
Y yo, gozoso y feliz, soñando con todos los caminos que hacen gozar a mi diosa.

Caballero de Gondor

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