Línea

Compartir

Relato Nº10 del Segundo Concurso de Relato Erótico DENTRO DE TI

Línea

Han cantado línea
Ni recuerdo quién fue la persona que me aficionó al bingo
online, ya sabéis, ese gratuito de internet.

Suelo entrar para echar unos ratos de desahogo y conocer
participantes.

Alguna vez coincidí con un muchacho muy
simpático y gracioso que solía estar por las noches.

Me apetecía
jugar con él y charlar sobre todo tipo de temas mientras
esperábamos que saliesen los números.

Era muy agradable y del
mismo gremio, la informática, así que poco a poco fue creciendo
nuestra amistad.

Incluso llegamos a darnos nuestros números
de teléfono para poder charlar personalmente e intercambiar
información laboral.

Yo era una cuarentona felizmente casada y
dos hijos, así que la noche era el mejor momento para entrar a
jugar ya que los niños y mi marido estaban acostados.

Una noche entre risas y conversaciones agradables, con
Iván, que así se llamaba, nuestra tertulia empezó a tomar un
camino un poco erótico, pero entre bromas y las palabras muy
bien medidas, no me resultó incómoda la situación y le seguí el
juego.

Fue una inyección de autoestima la que me proporcionó
saber que le parecía atractiva a un joven culto, educado y
simpático, que además estaba bastante bien físicamente.

Sus palabras me hicieron sonrojar en alguna ocasión,
incluso me sentí excitada con algún comentario que hizo.

Esa noche me desnudé para entrar en mi cama y busqué
rápidamente el miembro de mi marido, que ya estaba dormido.

Tardó poco en despertar y tomar volumen aquello que tenía
entre mis manos, por lo que decidí bajar y empezar a hacerle una
felación para que tomara la rigidez y el tamaño deseado para
poder ser penetrada.

Las palabras de Iván y el notar aquel pene
en mi boca, hizo que llegase al orgasmo con rapidez.

Paco asombrado por mis jadeos mientras lo degustaba, me
agarró por el cabello y me hizo subir hasta su boca.

Me besó y me chupó con el sabor a su miembro, me giró y me penetró de
golpe, estaba deseosa y entró en mí sin dificultad.

Tardé segundos en volver a correrme, al notar mi vagina tan llena, y
pensar que Iván era el que agarraba mis pechos y me daba
aquellos vaivenes entrando y saliendo de mí.

Días después le confesé a mi joven y apuesto amigo que
nuestra conversación me hizo sentir lujuriosa y él me pidió que le
contara como fue exactamente.

Creo que acabó masturbándose con mis palabras.

A partir de ese día nuestras conversaciones
irían mucho más allá de un simple juego.

Cada noche nos tocábamos hablando de lo que nos
haríamos… Yo después lo ponía en práctica con mi esposo.

Paco no me reconocía en esa faceta mía.

Estaba empezando a disfrutar del sexo como nunca.

Nuestras noches eran de sexo al
máximo y un disfrute inimaginable.

A pesar de nuestra distancia, Iván y yo, cada vez nos
deseábamos más y nos contábamos nuestros más oscuros
deseos.

Un día me dijo que me iba a mandar un regalo a casa, si
no tendría problemas con Paco al recibirlo y que era un objeto
que me recordaría a él.

Días después recibí el esperado paquete.

Al abrirlo, sorpresa… un consolador ! y en mi perplejidad no dejaba de
parar de reír.

Esa noche cuando hablamos, me aseguró que era
exactamente igual que la suya y por eso me dijo que me
recordaría a él.

Más reía yo al escuchar aquellas palabras, pues el
juguetito que me envió era de un gran tamaño.

Más tarde descubriría que efectivamente era enorme ya que apenas pude
introducir más de la mitad en mi vagina.

Cosas del destino hizo que, en una feria de informática a
nivel nacional, coincidiésemos en el stand de mi esposo que,
previamente yo, ya los había puesto en contacto para temas
laborales.

Tras un rato de negocios con Paco, acompañé a Iván a
pasear por el recinto.

Llegó la hora de comer y recogimos a mi
marido para comer juntos, una comida rápida y muy entretenida
por la conversación que se intercambiaba entre bromas y
trabajo.

Antes de volver Paco a su stand, me preguntó que me
parecía si invitábamos a Iván a dormir en casa y así no tendría
que volverse esa misma noche para su ciudad.

Me asombró aquella propuesta y lógicamente acepté sin que se notase mi
deseo por tenerlo más tiempo a mi lado.

Esa misma tarde llevé a mis hijos con mi hermana para que
se quedasen con ella a dormir, pues al día siguiente teníamos
cumpleaños en su casa, así que todo apuntaba que podíamos
tener una velada tranquila en casa.

Volví al recinto de ferias para recogerlos e irnos a cenar.

Al llegar vi a Iván solo en un lateral y mi marido atendiendo a unos
y otros, sin tan siquiera percatarse de que había vuelto.

Pasaban los minutos y aunque se pasaran volando porque
Iván y yo estábamos charlando y riéndonos, se me hizo
interminable por el nerviosismo que me provocaba las miradas e
insinuaciones de mi joven amigo.

Al fin Paco se acercó a nosotros y me dijo que él no vendría a cenar, que tenía para un
buen rato y que se iría después a cenar con unos proveedores.

Que atendiera yo a nuestro invitado y que llegaría tarde a casa.

Casi no pude reprimir la alegría de aquella noticia pues deseaba
hacía tiempo tener a Iván halagándome; e hice como si no
quisiera que se quedara e irme yo sola con él.

Iván dijo que no, que se buscaría algún hotel donde pasar la
noche, Paco le contestó que le sería imposible con lo que había
esos días en la ciudad.

Así que nos despedimos de mi esposo y nos marchamos.

El nerviosismo de Iván y el mio se reflejaban en el
tartamudeo de nuestras palabras mientras llegábamos a casa.

Yo jamás había engañado a mi marido pero aquel chico me producía
una excitación que nunca había sentido y por fin íbamos a pasar
de nuestras palabras a tenernos y disfrutarnos en la realidad.

Nada más entrar en casa, Iván, que iba tras de mí, me
agarro por la cintura y besándome el cuello me susurró que
llevaba meses pensando en mí, en mi olor corporal y en
apretarme las caderas.

Yo me derretía y él lo noto cuando apreté mi trasero contra su pantalón, note que allí debajo tenía algo
tanto o más grande que el regalito que me envió meses atrás.

Cogí su mano y lo lleve a mi dormitorio sin decir palabra alguna.

Allí en nuestra soledad Iván me hizo sentir una joven
inexperta, pues no dejo que tomara ningún tipo de iniciativa.

Fue él el que con una experiencia inusual para su edad y una
suavidad y delicadeza extrema me desnudó, me besó y me
acarició hasta llegar a correrme.

Por fin, una vez que me tuvo completamente desnuda,
empezó a recorrer mi cuerpo con su boca con una ternura como
nunca lo habían hecho.

Me besó y me lamió todo el cuerpo con una paciencia infinita.

Mis jadeos y mis orgasmos le animaron a
desnudarse y colocarse sobre mí.

A pesar del tamaño de su pene se introdujo en mí sin ayuda
y sin dejar de masajear mis pechos.

Noté como esa dureza rasgaba mi interior haciéndome gritar y abriéndome más y más
para que entrara hasta el fondo.

Cada empujón me hacía llegar al éxtasis y comiéndome y besándome los pezones empezó a
agilizar sus movimientos de cadera, llegando casi a atravesarme.

Los movimientos se aceleraron cada vez más y por fin llegó
su explosión.

Noté su jugo caliente dentro de mí, lo cual me hizo
volver a un orgasmo infinito, ¡ no paraba de correrme!.

Creí que tras su eyaculación descansaría y nos
dispondríamos a regocijarnos de tanto placer como habíamos
sentido.

Pero él, lejos de mis pensamientos, volvió a acariciarme,
todavía con su pene en completa erección, se afanó en buscar mi
sexo húmedo por mis jugos y su semen, y comenzó a besarlo y
chuparlo como si fuese un postre que le encantara.

Mi sexo le correspondió volviendo a salir de él otra nueva explosión de mis
más profundos líquidos.

Y continuaba bebiendo mi elixir sin yo
poder sentir nada más que un inmenso placer, a pesar de lo
sensible que tenía la zona por tan tremendo aparato que me
había penetrado.

Agradecida por aquellos momentos infinitos de placer bajé
a su entrepierna y comencé a morderle con suavidad sus
testículos, lamerlos y llenar mi boca con ellos, primero uno y
después el otro.

Lamí desde la base todo su aparato y cuando
llegué a su sitio más erógeno noté como su semen recorría esa
larga tubería para desembocar en mi garganta mientras les
apretaba sus fábricas de esperma para no dejar ni un solo resto
de su esencia en ellos.

Sonriente lo acompañé a su dormitorio.

Le dije que tendríamos que repetir y me quedé dormida esperando a mi
esposo.

Esa noche había cantado línea y bingo.
Peliroja y peligrosa

Esther Dentro de Ti | Tu Sex-Shop de Confianza

0
    0
    Productos añadidos
    Su carrito está vacioVolver a la tienda