¿Eres buen amante?

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Seguro que te lo has preguntado más de una vez. Ni orgasmos ni despliegue postural. El único modo de aprobar entre las sábanas pasa por responder afirmativamente a la siguiente pregunta.

¿Cree que su pareja está realmente satisfecha?

Hay signos, como la coloración intensa o la respiración acelerada, que nos pueden indicar que la otra persona está satisfecha sexualmente con nosotros. Pero, ¿al cien por cien? Hay una pregunta clave que no tiene que responderla su amante, sino usted mismo:

¿Tiene curiosidad y confianza para hablar de sexo con su pareja entre las sábanas? Si la respuesta es afirmativa, enhorabuena, es usted un amante de diez. Pero, ¿y el orgasmo? ¿Y las mil posturas raras que hay que conocer? ¿Y los gritos de la pareja o amante ocasional

Signos del buen amante

“No hay señales o competencias universales que nos garanticen que somos buenos amantes, porque cada cuerpo y forma de entender el placer es diferente. “Hay una cosa común: el sexo hecho con autenticidad. Forzar nuestros movimientos como hemos visto en las pelis porno o hemos leído en Internet puede alejarnos de lo que realmente nos gusta y nos pide el cuerpo. El buen amante es el que disfruta con lo que está haciendo“.

Humedad genital, enrojecimiento u oscurecimiento de la piel, respiración más rápida… Todo esto nos puede dar una idea de que lo estamos haciendo bien, pero no a todo el mundo le ocurre, y su ausencia no significa que seamos pésimos amantes. “Los prejuicios, las enseñanzas, los tabús y la educación recibida (o la falta de ella) en cuanto a sexo se refiere influyen mucho en el comportamiento y desempeño de la persona frente a las relaciones sexuales. Muchas veces se intenta no demostrar que uno está disfrutando del sexo y se trata de paliar esas sensaciones de excitación. Y en otros casos, se tiende a fingir placer con el objetivo de dejar más tranquila a la pareja”, comenta Fernando Salas, cirujano experto en andrología y sexualidad masculina y director médico de Mensolutions.

La mayoría de nosotros quiere agradar y hacer feliz al otro, tanto si estamos teniendo sexo ocasional como si la relación es a largo plazo. Fernando Salas nos tranquiliza: “Si nuestra pareja se encuentra contenta y sigue teniendo el deseo de acostarse y tener sexo con nosotros, es que somos buenos en la cama. Debe existir la compenetración intensa, la entrega total y el deseo ferviente de hacer feliz al otro. Si ambos amantes están en esta sintonía se consigue un disfrute supremo”.

La sexualidad es un baile de dos. Es como ir en tándem. Si ambos colaboran, fluye sin esfuerzo. Tener iniciativas y disfrutar del proceso con el otro es un indicador de que sabemos dar y recibir placer. Un buen amante sabe que la sexualidad es un arte y le importa que la pareja sienta satisfacción en la intimidad. La doctora Helen Singer Kaplan introdujo la fase de deseo sexual previo. “Incluye el conocimiento del cuerpo de uno mismo y de la pareja, saber estimularlo, jugar con todos los sentidos, ser creativo, sensual, valorar el erotismo, leer las señales que la pareja muestra durante la relación, sintonizarse estando presente durante el proceso, entregarse“, añade Ponte.

Algo similar indica Pedro Lucas (psicólogo y sexólogo): “Ser bueno en la cama es cosa de dos. Nadie es bueno ni malo: hay un acto sexual pleno. Hay personas que tienen más capacidad para disfrutar y dar placer, y suelen ser aquellas que no temen a su cuerpo. No hay fórmulas mágicas ni afrodisíacos. Cuanto más finjas tus sentimientos, más dificultades tendrás para ser bueno. Para dar placer lo primero es saber recibirlo. Es cuestión de autenticidad y espontaneidad”.

También es posible que a veces, para llegar al orgasmo, su compañero necesite la auto estimulación y no quiere decir por eso que seamos malos en la cama. Puede ser simplemente un momento puntual al que no deberíamos dar mayor importancia. En términos generales, se entiende que con el orgasmo el fin supremo se vería cumplido, aunque no siempre es así.

Existen disciplinas sexuales como el sexo tántrico, donde se estimulan las zonas erógenas de la pareja de manera suave, luego intensa, variando el ritmo de excitación una y otra vez, incluso durante más de una hora, sin necesariamente llegar al clímax; o el bdsm, donde se trabaja mas la mente , estimulando los sentidos, y donde tampoco la culminación ha de ser el orgasmo físico. Usted y su pareja marcan las normas. Es más: que uno de los dos llegue al orgasmo no garantiza la generosidad del otro.

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