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La Llegada

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(Tercer Concurso de Relato Erótico DENTRO DE TI)

La Llegada

(Relato Número 7)

Por: Eva

Siento frío, no sé cuánto tiempo llevo en esta posición.

Tarda, ¿o me preparé demasiado pronto?
No podía esperar más.
La deseo, la anhelo, la imploro…y se hace de rogar, suscitando en mí una
creciente expectación en la que todo mi cuerpo tiembla y ansía…su llegada.
Siento entumecidas mis piernas, el peso de mi cuerpo cae sobre ellas,
dobladas sobre el suelo…desnudas.

Siento un escalofrío que recorre mi espalda tendida sobre mis rodillas.

Lo siento…como cuando recorre lánguidamente con sus dedos mi columna,
esa que se quiebra con cada respiración suya sobre mi piel, con cada
palabra suya que mi mente repite…como una exhalación.
Siento mi cabello caer sobre mis brazos, doblados hacia mi rostro, con las
manos extendidas y las palmas sobre el frío suelo.
Le gusta así…largo, suelto, indomable…y a mí…para sentir sus manos
abarcándolo, asiéndolo…y domando.

Siento frío, no sé cuánto tiempo llevo en esta posición…

tampoco me importa demasiado…el deseo, el anhelo de su llegada es más fuerte.
Cada aliento de mi respiración, hace crecer el deseo en mí, hace que en mi
piel se reproduzcan las caricias que me han llevado al éxtasis,
desencadenando por todo mi cuerpo un placer que anula cualquier dolor.
Ya no siento frío, las llamas del recuerdo consumen mi alma y han
doblegado el dolor que azota mi cuerpo.
Oigo ruidos tras la puerta.

No puedo moverme, no quiero moverme…deseo, anhelo…imploro. Es él.

Las llaves abren la puerta y mi alma, desbocándose un torbellino de
emociones que hacen que broten de mis ojos lágrimas y de mi garganta un
suspiro ahogado, desde lo más profundo de mi ser.
Cierra la puerta, permanece en silencio, hierático.

No puedo moverme, no quiero moverme…y lo sabe.

Se mueve, da un paso hacia mí, camina a mi alrededor, pasos firmes y
decididos…mi respiración se acelera, mi deseo se acrecienta, el fuego me
consume.
No lo veo, pero siento el calor que desprende su cuerpo, lo siento
acercándose a mi espalda mientras mi cuerpo se vacía de aire en una
profunda exhalación.
No lo veo, pero siento el calor de su mano sobre mi cabeza sin llegar a
tocarla.

No lo veo, pero noto sus dedos acariciando mi cabello, llevándolo hacia un hombro.

Sus dedos rozan mi cuello, se deslizan hacia mi nuca, una descarga recorre
mi cuerpo y me hace estremecer.
Me sujeta suave y firmemente la cabeza y la vuelve hacia un lado, mientras
hace que mi cuerpo se gire y con el otro brazo me toma por las piernas y
me alza en brazos.
Cruzamos la oscuridad de la casa hasta llegar a una habitación…nuestra
habitación, donde se haya el diván…nuestro diván, que tantos momentos de
placer, dolor y éxtasis nos ha propiciado.

Me coloca suavemente sobre el diván apoyando mis piernas en la curva alta y mi cabeza sobre la más baja.

No lo veo, pero lo siento.
Apenas se alumbra mi rostro con dos velas colocadas en el suelo.
Mi cuerpo sigue inerte, paralizado por el dolor que entumece mis músculos.
Mis brazos caen hacia el suelo.
Los toma con una caricia desde mis hombros hasta llegar a las muñecas,
que ata, cada una, con una cinta de raso, a las cadenas del diván.
No las aprieta, sabe que no voy a soltarme, no quiero soltarme.

Mi cuerpo sigue inerte, solo mi pecho se agita al compás de mi deseo.

El mismo que se refleja en mi mirada. Sigo sin verlo, pero sé que él sí me
observa.
Sabe cuál es mi situación y se aprovecha de mi deseo.
No me importa no verlo, su simple presencia me infunde lo que necesito, su
simple presencia me extasía.
Me acaricia los pies y tomando uno de ellos lame mi pulgar y lo coloca en la
estratégica cadena del diván.
Hace lo mismo con el otro pie.

Mi pecho sigue agitándose y mi cuerpo empieza a despertar por los suaves arqueos de mi espalda.

Permanece inmóvil… mi pecho se agita más, mi cuerpo se arquea más.
Noto el calor de sus manos en mis piernas, deslizándose hasta la parte
interna de mis muslos, el deseo recorre mi cuerpo.
Sus caricias se bifurcan por mis ingles hasta llegar al Monte de Venus donde
sus manos se enredan con la única prenda que llevo, apenas dos exiguas
tiras, una de raso que rodea mis caderas y otra de perlas.
Juega con las perlas, acariciándolas, sin rozar mi cuerpo, apenas una leve
presión sobre ellas para que el placer se apodere de mí.

Ahora sí, mi cuerpo está vivo, rebosante de placer, se arquea, mis pechos quieren…

necesitan que los acaricie, pero no lo va a hacer.
Sus dedos se deslizan por las perlas desde mi monte hasta el coxis y
viceversa, una y otra vez.
Hasta que se detiene en la boca de mi fuente, hace una suave e incisa
presión.
Un gemido sordo emana de mi garganta y de mi fuente fluye el elixir de mi
goce.
No se detiene ahí y unas perlas más arriba, las mueve en círculos.
No soy dueña de mi cuerpo, no puedo detenerlo, no quiero detenerlo.
Noto las perlas calientes y húmedas y me extasían.

No puedo culminar, aún no tengo su beneplácito.

Nota mi excitación y se recrea en ella.
Es tal mi deseo que apenas puedo respirar.
Siente mi cuerpo estremecerse de placer.
Siento fuego, no sé cuánto tiempo voy a aguantar así.
Noto como alza su brazo y chasquea los dedos.
Esa es la señal, el consentimiento, el permiso para abandonarme en una
espiral de placer, dolor, éxtasis.

Su mano ha cesado el baile frenético y se desliza húmeda y caliente por mi pubis, mi vientre, mi pecho, mi boca.

Se agacha y me susurra al oído “gracias pequeña” provocando una última
descarga que acentúa el placer en todo mi cuerpo…Se va.
No siento mi cuerpo, si antes era el dolor del entumecimiento el que lo
paralizaba, ahora es la extenuación, el éxtasis llevado al extremo de
hacerme sentir extracorpórea.
Siento deseo…anhelo su llegada.

Eva

Esther Dentro de Ti | Tu Sex-Shop de Confianza

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